martes, 31 de marzo de 2015

L E O N A II

-          ¡¡¡Hermoso día!!! – repitió una y otra vez Leona.

Esa mañana, el sol brillaba sobre su ventana, y ella ya planeaba lo bien que la pasaría en el paseo con sus padres.
Apagó las luces de su habitación y cerró las ventanas. Todo quedó completamente oscuro, solo podía ver, muy  tenuemente, lo que la rodeaba. Pero solo una cosa quería  hacer: hablar con alguien, pero ese alguien ya no estaba.

-          ¡¡Pequeña amiga!!  - dijo muchas veces – Te espero…quiero que puedas ver que ya no hay miedo en mí, que ya comprendí. A la cuenta de 3 te apareces, 1, 2, 3…

 Pero la Luz no se hizo presente. Leona, con sus pequeños ojos llenos de lágrimas, se sentó a repasar todas sus charlas, todos sus consejos y cómo se habían conocido. Recordó que por momentos le había tenido miedo, desconfianza, pero que, finalmente, le supo enseñar sobre la luz en la oscuridad.
Salió de su habitación, encendió la luz, levantó la persiana y preparó su mochila. Las lágrimas ya no eran de tristeza, sino de alegría, por  haberla conocido .

-          Leona, ¿Estás lista? – preguntó su padre.
-          Siiii.  ¡Guardo mi sombrero y listo!

Leona colgó su mochila. En ella viajaban dos libros de fantasía, lápices de colores y una manzana. Su sombrero era quien acompañaba a su hermosa cabellera.

De un momento a otro estaban en la calle pedaleando hacia la plaza.

-          Pa, ¿Puedo hacerte una pregunta?
-          Claro que sí, dime.
-          ¿Alguna vez has dejado de ver a un amigo muy especial sin comprenderlo?
-          Si, a muchas personas. Sin ir más lejos, en cuanto lleguemos, te contaré una historia.
-          Siiii, ¡¡¡Me gustan las historias!!!
-          ¿Y quién se fue sin que lo comprendieras?
-          Después te cuento – sonrió Leona pícaramente.

Comenzaron a caminar hacia el banco. Era el banco en el cual el sol se sentaba todas las tardes, y de un momento a otro el sol ya fue parte de ellos. Y su padre comenzó su relato.

-          Te contaré una historia que me sucedió cuando era pequeño… Tenía cinco años cuando mis padres decidieron mudarse a otro barrio, eso implicaba que el jardín al que iba ya tenía un final anunciado. Tenía muchos amigos y amigas, pero me había hecho amigo de alguien muy especial: la portera del jardín, Margarita, ¡¡cómo olvidarla!!
Margarita era quien nos recibía todas las mañanas con una sonrisa gigante y quien nos animaba a entrar cuando no queríamos saber nada de dejar a nuestros padres y madres mirándonos a través de los grandes ventanales de vidrio. Ella nos hablaba unos segundos y luego, sin darnos cuenta, ya estábamos disfrutando de nuestro jardín.

-          ¿Y por qué era tan especial para vos, papi?
-          A mí no me gustaba separarme de mis padres, de niño era muy tímido y me costaba entrar en confianza con los demás, tenía muchos amiguitos, pero a pesar de eso siempre hacia la misma escena. Hoy, viéndolo de lejos, creo que quizás quería escuchar a Margarita para luego poder entrar con una sonrisa, y sus  palabras aparecían cuando los niños no queríamos entrar al jardín.

Leona estaba atenta a todo lo que su padre decía y, recostada sobre su regazo, miraba al cielo, aun sabiendo que el sol la invitaría a cerrar sus ojos.

-          El último día que fui al jardín fue muy triste. No podía comprender por qué alguien que era tan especial para mí ya no iba a estar en mi vida. Mis padres decidieron llevarme al colegio para poder terminar de embalar las cosas para la mudanza. Y ese día Margarita se despidió. Sabía que ya no nos veríamos. Me llamó antes de la hora de salida y nos sentamos en un banco. Me miró y me dijo: Rafa no estés triste por el nuevo jardín. Ella sabía que ese día yo había llorado  escondido en la sala. Siempre sabía todo. Tomó algo de su bolsillo y me lo dio. Era un pequeño cofrecito de madera. Yo era muy pequeño así que mucho no entendía. Pero supo explicármelo tan bien que al día de hoy todavía me acuerdo.

-          ¿Qué dijo?

-          Me dijo: este cofrecito es muy pequeño, pero tendrá sus grandes historias y recuerdos. Mencionó que no dejaríamos de ser amigos, que a pesar de que me mudase y vaya a otro colegio siempre íbamos a ser amigos. Que le había gustado conocer mi sonrisa al entrar contento al jardín, y que seguramente en esa nueva escuela alguien también iba a sonreír conmigo. Que quienes nos enseñan, ayudan y quieren siempre estarán presentes. De otro modo, pero presentes… En ese momento no comprendía muy bien como ella iba a estar presente sin estarlo, sin verla. Pero así fue durante todos estos años, ¡¡y tengo mi cofrecito guardado!!

-          ¡¡¡¡Quiero verlo al llegar a casa!!!! ¡¡¡Por favor!!!

-          Así que ese día cuando salí del jardín le di un abrazo fuerte, fuerte a Margarita y, a pesar de que en el auto lloré, tenía el cofre en mis manos que me recordaba a mi gran amiga.  Así que mi pequeña Leona, puedo decirte que por más distancias, cuadras, países u horas de distancia que nos separen de alguien que nos ha dejado un lindo recuerdo, siempre, de algún modo, va a estar presente . Por diferentes razones las personas a veces se distancian, alejan, sueltan, y eso nos pasa a todos, hija.

-          Sí, pero me pone triste no ver más a mi gran amiga.

-          Eso va a pasar, pero acordate de cuando reían… Cuando entré a mi nuevo jardín encontré a quien sonreírle antes de entrar. Me acuerdo de mi amiga Margarita aun hoy, pero también me acuerdo de lo que me enseñó en su momento aun siendo muy pequeño, ¡¡más pequeño que vos!!

-          Es una linda historia Pa, ¡¡me gustó!! Ya estoy cansada, ¿vamos?

-          Vamos, ¡tu madre nos espera para merendar!

Y así, Leona y su padre, subieron a sus bicicletas y emprendieron el camino de regreso a casa. Leona recordó  que su amiga “Lucecita”, le dejó una linda enseñanza: podía estar tranquila ante cualquier oscuridad, sabía que luego aparecería la luz, de a poco, y Rafa, su padre, le enseñó  la importancia de entrar y despedirnos siempre con una gran sonrisa.

Leona grito a lo lejos.

-          ¡El último que llega es cola de perro!

Siempre sonreía al decirle a su padre esa frase.

Y el respondía…

-          ¡¡¡El primero que entre es un Leónnnnnn!!!


martes, 24 de marzo de 2015

LEONA


Leona dormía sola en su cama; una noche oscura y muy silenciosa, le temía a la oscuridad y creía que cualquier cosa podría salir de su placard en el primer instante en que cerrara sus ojos, temía por sus muñecas, temía por sus fotografías y sobre todo  por sus libros.  

Esa noche Leona supo que algo sentía en ella, que quizás ese miedo podía ser transformado en súper poder, con tan solo 8 años se levantó de su cama y comenzó a caminar por su habitación oscura, intentando pensar en todos esos miedos que esa noche se había prometido dejar de sentir.  Se paró sobre su alfombra tejida y diseñó todas las imágenes que podían asustarla en ese momento: un enorme monstruo vestido de verde con ojos grandes diciéndole a gritos que le de sus muñecas, o un fantasma gris exigiéndole que abandone a sus libros más preciados o quizás algún vampiro entrometido pidiéndole que ya no cante más por las mañanas. 
Leona estaba segura de que si su imaginación lograba transformarse, ese día ya no le temería a la oscuridad. Tomó su almohadita, la abrazó y se dijo:  

  • Leona hoy es el día, hoy es el día en que todo tu miedo será un poder.  

La noche siguiente la niña comenzó a escribir en su diario historias que seguramente calmarían su miedo la noche siguiente. 

  • Leona, ¿a que le temes?  - preguntó una pequeña luz encendida en un televisor.  
  • ¿Qué? ¿Quién me habla? – indagó la niña con su almohadita cubriendo sus ojos.  
  • Yo, soy la pequeña luz que miras todas las noches antes de dormir, ¡mírame, no te haré daño!  
  • ¡No es posible que una pequeña luz me hable, debo estar soñando!  
  • Claro que si es posible, te estoy hablando a ti y te pido que contestes porque me da sueño y en cualquier momento me apagaré 
  • No, espera, ¿dime cómo es que me hablas? 
  • No puedo decirte cómo es que te hablo, pero sí puedo decirte que ayer te escuché, te escuché hablar en voz alta y entendí que quizás necesitarías ayuda para poder obtener ese poder que tanto deseas. 
  • ¡¡Guauu!! Sí que a veces me sorprendo. Y contamemo sería tu ayuda.  
  • Por empezar voy a pedirte un favor yo a vos, y es que no prendas la televisión tantas horas por día, que evites que se encuentre prendida sin que nadie la mire, ya que esa energía me genera perdida de energía a mí, y por lo tanto tendría menos horas para hablar contigo por las noches.  
  • Está bien, ¡¡lo prometo!!  
  • Gracias, por hoy es solo esto, ya estoy cansada y tengo que recargar energías. 

Esa noche Leona logró dormir más tranquila, sabía que alguien más estaba en su habitación y que esa oscuridad era menos intensa. Había Luz.  

Ese día concurrió al colegio como todos los días, su madre la esperaba  al horario del almuerzo como todos los días y luego llegaba el momento en que Leona miraba, recostada, su programa preferido . Esa tarde se acostó tan cansada que olvidó apagar su televisor. Leona despertó de su siesta y se dio cuenta de que la tv seguía prendida, agarró el control remoto y la apagó. Comenzó a pensar cuanto tiempo había robado de energía a su nueva amiga la pequeña Luz.  
Se sumergió en sus libros y leyó historias de esas que tanto le agradaban, de caminos y campos grandes, de animales valientes y felices.  

Llegó la noche, ese momento que antes era tan oscuro para ella, pero ahora tenía más color, más luz, se acercó a la habitación de sus padres, los saludó y de inmediato corrió a su cama para comenzar esa charla tan esperada.  

  • ¿Estas ahí? … pequeña luz, ¡aquí estoy!  

Y el silencio se hizo presente. Su rostro decía más que mil palabras, la luz no hablaba, la luz no estaba.  

  • Era de esperar, no fue más que un simple sueño, o quizás mi imaginación – suspiró leona con sus ojos brillosos. 

Al día siguiente como todas las mañanas desayunó y conversó con su madre sobre sus tareas escolares, era sábado y pidió a sus padres que la llevasen  a la plaza , quería pasar el menor tiempo posible en su casa. No pensó ni en su programa favorito, ni en nada, solo quería estar fuera de su casa.  
Regresó cansada, cenaron su comida preferida; pollo con puré de calabazas y mucho queso acompañándolo. Al terminar la cena ingresó a su habitación y se recostó en su cama, su madre se acercó a saludarla y la interrogó sobre su televisión, si estaba funcionando bien ya que veía que en todo el día no lo había encendido, Leona le dijo que la aburría últimamente. Conversó un rato con ella y luego le dio un beso de las buenas noches.  

  • ¡Que descanses mami!  

Cerró sus ojos y apretó fuerte su almohadita como todas las noches.  

  • ¿¿Duermes?? Aquí estoy, con mucha energía, ¡¡ que hoy me has cuidado!! – susurró la pequeña luz. 
  • ¡Ah, ahí estas! Creí que era un sueño, o simplemente mi imaginación. Ya no estoy soñando ¿¿verdad??  
  • ¿¿Qué, qué dices?? ¿¿Qué hablas?? Hablo contigo y tu conmigo. ¿Estás lista?  
  • Si estoy lista, ¿¿para qué?? ¿Para que te apagues?  
  • No, claro que no pequeñita, pregunto si estas lista para tu súper poder.  
  • ¿De qué hablas?  
  • ¿No recuerdas que has dicho que transformarías ese miedo a la oscuridad en un súper poder? 
  • , que lo recuerdo, pero no cómo se hace, creo que eso solo se ve en los programas de televisión y también en historias. Yo simplemente soy una niña que le tiene miedo a la oscuridad  y que habla con una pequeña luz. 
  • Bueno tampoco soy tan pequeña, ¡¡más respeto conmigo pequeñita!!  
  • Bueno perdón, ¡¡no te enojes!! Te diré que estoy lista para que me digas que hacer. 
  • Con trampas no es la historia, cuando estés lista de verdad te lo diré, por el momento duerme, que escuché que tu madre dijo que mañana irás al  campo. 


Y la luz se apagó, ya no estaba.  

Leona se dio vuelta mirando  la pared y se durmió rápidamente. 

Al día siguiente la esperaba un grandioso día de campo en familia, irían al campo de sus abuelos, un lugar magnifico al que Leona amaba ir. Había animales, grandes caballos con pelos claros, oscuros, muchos pollitos corriendo por toda la laguna, conejos saltarines y gallinas, a las que la niña miraba siempre con admiración, quizás sin saberlo. 
La noche se fue acercando y decidieron retomar viaje hacia la casa, la pequeña se durmió en el trayecto.  
Al llegar a la casa, Leona se bañó, cenó con sus padres y conversó muy poco, ya que estaba muy cansada, saludó y se sumergió rápido en su habitación. Apagó las luces, apretó su almohadita y sonrío.  

  • Aquí estoy de nuevo, puede ser que sea el momento – y la luz se hizo presente. 
  • ¿¿Cómo sabes cuándo es el momento??  
  • ¿Cómo sabes cuando tienes miedo?  
  • Porque lo , lo siento, siento temor de abrir mis ojos, de ver, si tengo calor me taparé igual y si tengo frío me taparé hasta la cabeza, y si quiero ir al baño iré corriendo y luego regresaré corriendo y haré ruido para que mis padres sepan que me levanté y así me protegerán por si algún monstruo se acerca. Simplemente se cuándo tengo miedo, lo siento.  
  • Bueno yo te diré como es que que ahora es el momento de que activemos tu súper poder. 
  • Si, ¡por favor!  
  • Mira estos años que vivo aquí en tu habitación he notado lo valiente que eres, te he visto sonreír por las noches cuando sueñas y te he visto leer historias largas y algunas reales, he notado que te levantas siempre a horario, que te destapas por las noches cuando tienes calor, que vas pocas veces al baño y que cada vez que estas por hacer un ruido que pueda despertar a tus padres haces hasta lo imposible para no hacerlo. He visto esa noche de mucho frío, como te tapaste con ropas de tu placard para no despertar a tu madre y pedirle una frazada y he visto como proteges a tu prima menor cuando se queda a dormir, me han encantado las historias que le cuentas. Lo he visto todo.  
  • ¡¡Sabes mucho de !! Me sorprendes, como es que has estado todo este tiempo aquí y nunca me has hablado o me has hecho saber que estabas. 
  • Vos no lo precisabas, vos no creías que podía haber una pequeña luz en medio de esas noches tan aterradoras y temerosas en tu habitación. Eso es lo que también he visto. 
  • No lo sabía, no sabía que podía hablarte.  
  • Es que no hablo con todos los niños temerosos ¿sabes?, solo hablo con aquellos que quieren el súper poder. ¡¡Es complicado!!  
  • ¿¿Cuéntame has conocido más niños y niñas??  
  • , he conocido a dos niños que tú conoces mucho. Pero no he podido hablar con ellos.  
  • Cuéntame quienes son. 
  • Son tu madre y tu tío, cuando estaba en la habitación de ellos cuando eran pequeños. Tu madre siempre fue valiente, no le temía a nada, así que mi presencia fue inexistente y tu tío, él siempre se dormía rápido.  
  • Claro, ¿cómo no lo pensé?, si antes vos eras la televisión de mi madre y mi tío, solo a ellos conociste. ¡Bah!, mejor dicho la luz. 
  • Claro solo a ellos y ahora a ti. Pero bueno vamos a lo nuestro que ya comienzo a cansarme. 
  • Si, cuéntame. 
  • Bien Leona, llego el momento de que seas dueña de ese súper poder tan preciado, de que te conviertas en una gran heroína, ¿¿conoces sobre héroes??  
  • Muy poco, solo lo que veo en programas, como ya te he dicho.  
  • Así es, todos conocen sobre los héroes de televisión, pero pocos conocen sobre los héroes que vemos a diario, sobre los héroes que viven con nosotros. Un héroe no es solo aquel que puede volar o aquel que puede levantar muchos autos juntos, o transformar una casa en un hielo gigante, o aquel que pelea contra todos los villanos del mundo, hay muchos héroes, en todos lados, hasta los animales son héroes. Y los poderes son más simples, más reales, cercanos. Lo importante para los héroes es saber que pueden, no importa contra qué, no es contra algo, es para algo, no te olvides de eso, no van contra algo van para algo. 
  • Si, te sigo, ¡esto se pone interesante!  
     ¿Recuerdas la noche que llovía mucho y se había cortado la luz?  
  • Si, fue uno de los días que más recuerdo haber tenido miedo. 
  • Ese día fue cuando te conocí, eras pequeña y recuerdo haberte visto sentada en la punta de la cama muchas horas, y como siempre te acompañaba tu almohadita, ella que te acompaña siempre. Quería comenzar a hablarte porque sentía muy cercano ese miedo que tenías, sabía que podías llegar a necesitarme, pero también sabía que podías llegar a asustarte al ver que una luz ínfima te hablaba. Así que decidí observarte y esperar a que llegase  el momento. Y aquella noche en que te prometiste transformar el miedo en un súper poder decidí que era el momento. Y, por sobre todas las cosas, que comenzaras  a escribir tus historias me dio la pauta de que estabas lista para sumergirte en tu propia historia, en tu propio súper poder.  
  • ¡Guau! ¡ que tienes un súper poder vos lucecita!  
  • No, yo simplemente ilumino cuando no estoy cansada, nada más.  
  • Es mucho lo que haces, de verdad.  
  • Entonces Leona es el momento. El primer paso para que pruebes tu súper poder es que en la noche  luches contra los monstruos que intentan llevarse tus muñecas, y ya sabrás como hacerlo – y en ese instante la luz se apagó. 
  • ¿¿Pero que tengo que usar?? ¿Qué poder?  

Esa noche Leona pensó en cómo podría luchar contra esos monstruos, en que debía hacer, recordó algunas de sus películas favoritas, y pensó en las cosas en las que ella sentía tener poderes, hasta quedarse dormida.  

La noche siguiente la lucecita volvió a aparecer… 

  • ¿Y? ¿Cómo te ha ido ayer,  Leona?  
  • No pude encontrar el poder, es bien difícil.  
  • ¿¿Y los monstruos aparecieron??  
  • Mmmm, no, no han aparecido, es raro, pero estuve pensando en cómo derrotarlos y ni aparecieron. 
  • Muy bien, has podido contra ellos, tu poder se ha activado . Ahora falta que actives el siguiente. Y en este que vas a tener que poner mucho amor.  
  • Pero ¿cómo? Nuevamente no sabré como encontrarlo. 
  • Si lo sabrás, esta noche tendrás que luchar contra los fantasmas que intentan robar tus libros y aquel vampiro que no te deja cantar, contra ellos pasarás la prueba hoy, recuerda poner mucho amor – y nuevamente la luz se apagó. 

Leona comenzó a pensar en cómo hacer, cómo lograr luchar contra esos miedos tan profundos que sentía desde niña, ese fantasma que la aterraba, que quizás se llevaría sus libros y ese vampiro que la amenazaba con que ya no cante en las mañanas. Los libros para ella eran un mundo, amaba leer historias y sentir que está viviendo con los personajes, que podía mirarlos y cantar lo era todo, la llevaba a otro mundo, le generaba una sensación única, era libre.  
La niña comenzó a pensar en el amor que tenía por sus libros y cuánto sufriría si algún fantasma se los llevaba, pensó en como poder protegerlos, cómo  cuidarlos, en qué poder debía utilizar, cansada de pensar comenzó a cantar y cada segundo era una canción o melodía diferente, cantó tanto que terminó por quedarse dormida.  

A la mañana siguiente recordó que no había podido activar el segundo poder. Se lamentó por ello y procuró no ingresar en su habitación hasta que llegase  la noche.  
Y esa noche llegó , se tapó hasta la cabeza e intentó dormirse. 

  • ¡¡Leona, leona!! – insistió la luz. 
  • Me da vergüenza.  
  • ¿Qué es lo que te da vergüenza niña?  
  • No haber podido. Y que has aparecido con tanto esfuerzo las noches.  
  • ¿Y quién dijo que no has podido?  
  • Yo.  
  • Leona, durante estas dos noches, ¿han aparecido los monstruos, fantasmas y vampiros?  
  • No, no aparecieron. 
  • ¿Y entonces?  
  • Entonces fue casualidad.  
  • Niña, niña que poca fe tienes en tus poderes. Presta atención.  
  • Te escucho.  
  • La primera noche tu poder se ha notado impecablemente, has podido vencer a los monstruos y has cuidado muy bien a tus muñecas. Los venciste con uno de los poderes más poderosos que tienen los humanos, los pensamientos lindos. 
  • ¿¿Qué??  
  • ¡Déjame terminar Leona!  Ese poder es de mis favoritos, cualquier cosa linda que traigan a su mente es tan poderosa que de inmediato los puede hacer sonreír y también olvidarse de cualquier tipo de miedo que tengan, es rápido y mágico. ¡Bien Leona!  
  • Me sorprendes… ¿y el segundo? 
  • El segundo poder es aún más mágico y poderoso, es el poder del amor y los sueños. Cuando sentimos amor hacia alguien o algo podemos desaparecer cualquier fantasma, sean miles y millones, si ponemos amor para eso podemos vencer esos miedos. Amas tanto a tus libros que solo pensaste en lo bien que te hacen y en que disfrutas cuando los lees, y ese es un verdadero poder. El poder de amar algo o a alguien. Y por último ya ningún vampiro te molestó, amas tanto cantar que tu propio canto lo ha hecho desaparecer. Leona cuando amas hacer algo no lo dejes, solo de esa manera un vampiro no podrá llevárselo. Si mantienes siempre tus dos poderes activos no vas a temerle a ningún tipo de oscuridad ya. 
  • ¡¿Así que amor y pensamientos lindos?! 
  • Si mi niña, has cumplido, ¡ya eres toda una heroína!  
  • Ahora puedo salvar gente y lugares y volar … 
  • No tan rápido señorita, ahora puedes salvarte a ti y eso es lo principal para poder salvar a otros.  Puedes tenerlo en cuenta, puedes contar tus historias y ayudar a que otros niños y niñas ya no le teman a la oscuridad, enséñales cómo ir con sus pensamientos lindos y como amar todo lo que hacen y cómo luchar por sus sueños y abrazarlos. 
  • ¡ que me has sorprendido lucecita, que eres poderosa!  
  • No Leona, aquí la poderosa has sido , supiste cuidarme, gracias por no encender tanto la televisión eso me ha dado más vida. Y ya ves,  los héroes y heroínas están en todos lados, no solo en los televisores.