Era una de las
mañanas más lindas para algunos de los ciudadanos de Tirika, esa tierra era
afortunada. Recibía el sol abundante cada día y la lluvia necesaria cada
semana. Quienes Vivian allí solían sonreír cada mañana, sin embargo algunos
problemas se hacían presentes en la vida de estos ciudadanos.
Esa misma mañana
Sini estaba dolorido, sentía que su trabajo era abrumador, que lo agotaba, su
cabeza dolía a diario, cuestionándose porque seguía en ese lugar, aun sabiendo
que era capaz de estar en otro trabajo que le genere bienestar, que lo alegre
cada día y que se sienta útil de ayudar a alguien. Sini era un joven apuesto,
sin embargo no lograba encontrar el amor, sentía que cada encuentro con alguien
se tornaba agotador, su vida para él era agotadora. No quería salir con sus
amigos, no visitaba a su familia, y jamás contestaba a los mensajes de la gente
que lo quería. No tenia mascota porque odiaba comprometerse, le molestaba que
alguien esperase a diario algo de él, algo que aun no podía darse a si mismo. No
respetaba sus comidas y tampoco sus horarios. Sin embargo Sini tenía debilidad
por alguien, su primo menor: Campho, el pequeño tenía 4 años de edad, y era su único
primo. Este niño lo llenaba, le llenaba la cara de esperanza y alegría cuando
lo veía, así es que él era la única persona a la que Sini veía una vez por
semana. Todos los sábados lo buscaba para llevarlo a un lugar al que nunca habían
ido. Siempre era una sorpresa, a veces elegía Sini y a veces Campho.
Llegado el mediodía
Sini estaba pasando a buscar a su primo, iba pensando que lugar seria hoy al
que Irian. Pensaba en algunas calesitas que no conocían y eran de las más
grandes de la ciudad, pensaba en ir hacia alguna playa desconocida o quizás
sentarse en algún banco en el cual nunca se habían sentado.
Al llegar a la
casa de Campho, Sini interrogo al pequeño, para definir el lugar al que Irian.
Campho respondió:
-
Hoy iremos a un lugar al que nunca hemos ido, como
siempre. Pero será conocido.
-
Campho tiene que ser un lugar desconocido también.
-
Ya veras!
Campho tomo a su
primo de la mano, y lo hizo caminar muchas cuadras, tantas que perdieron la
cuenta. Hasta que llegaron y le dijo que se prepare que no se olvidaría jamás
de ese lugar, que él había ido con sus maestras de jardín.
-
Sini la historia es así, este es un lugar conocido,
pero particular y al que nunca hemos venido o no creyendo en lo que te voy a
contar. Como veras es un puente. Y dicen que es el puente que cambio al mundo,
o al menos a nuestra ciudad. Es el puente que todos los días miramos y pasamos
pero sin esperanza.
-
Campho es el puente que cruzas todos los días para ir
al jardín!
-
Si, es el mismo puente. Pero es el puente que nos
desimanta. Quiero contarte que ellas, mis maestras, nos enseñaron un juego una
vez. El juego de los puentes que cambian el mundo. Entre todos hicimos un gran
puente, agarrados de las manos y alguien pasaba por debajo pensando en todo lo
que quería dejar atrás. Algo así como desimantarnos dijeron.
-
Y que dejaste atrás de ese puente al que jugaste?
-
Deje mis enojos, mis caprichos, deje mi chupete – no se
lo digas a nadie- , deje el dolor de mi lastimadura del tobogán. Dejamos cosas
Sini, algunos dejaron juguetes para algún niño que cruce. Algunos dejaron
canciones. La seño dejo su divorcio, que no se que es eso, pero lo dejo. Y bueno
Sini yo quería que conozcas este lugar, porque cuando venís a casa te noto
cansado, y eso me pone triste.
Sini tomo a Campho
de su mano y entusiasmado comenzó a caminar.
-
Crucemos Campho y te cuento que dejo: Dejo el
cansancio, dejo mi comodidad, dejo mi falta de comunicación, dejo mi trabajo,
siii dejo mi trabajo! , y dejo abrazos asi los reciben los que pasen!
-
¿Viste que era un lugar al que nunca habíamos venido?
Y Sini y Campho
cruzaron contentos el puente, ese puente que un día en un juego de jardín sus
maestras le habían enseñado al niño de tan solo 4 años. Ese juego que fue lo
suficientemente importante para que Campho ayude a su primo a desprenderse a
desimantarse a dejar lo lindo, lo feo, lo cómodo, lo que lo aferraba a los
techos, lo que lo aferraba a lo igual y lo que lo acercaba a lo desconocido.
El puente que
cambio al mundo es ese que estas dispuesto a cruzar todos los días…





